Tengo ante mí una foto de prensa de aguerridos soldados levantando un cristo en una procesión y me vienen a la memoria tantas otras de militares subiendo o bajando vírgenes o santos en múltiples actos o procesiones, peculiarmente denominados “religioso-castrenses”. Esta simbiosis entre la espada y la cruz es un atavismo medieval de una época en la que el poder político era vasallo del poder clerical y entregaba, y mantenía a la fuerza, a todos los pobladores de un territorio a una religión oficial.
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