El día que el semanario financiero The Economist situó a España como “la mejor economía” de los países más avanzados, el Gobierno salió en tromba a celebrarlo. La publicación, una de las más prestigiosas del mundo, tiene en cuenta el PIB, la inflación, la bolsa, el desempleo y los desequilibrios presupuestarios, y refrenda con su ránking la política económica del Ejecutivo de coalición. Sin embargo, los datos macro no tapan una realidad cada vez más palpable: el impacto de la crisis de la vivienda en las economías familiares.
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