Yuri Bandajevski ha pasado cinco años en las cárceles de su país. Primero, en una celda de aislamiento en la que dormía en el suelo; luego, hacinado en un calabozo con otros 150 reclusos. Pero no es un asesino, ni un ladrón. Es científico. El delito de Bandajevski, ex director del Instituto de Medicina de Gomel, fue denunciar la gestión oficial del accidente en la central nuclear de Chernóbil, en la frontera entre Bielorrusia y Ucrania.
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