La huella de los grandes esclavistas en España se esconde en edificios señoriales de todo el país. De Portugalete a Cádiz y de Madrid a Vilanova i la Geltrú, los propietarios de cafetales e ingenios en Cuba y Puerto Rico, así como principales los traficantes de esclavos, invirtieron parte de sus fortunas en inmuebles y fincas. Solo en la Rambla de Barcelona se encuentran los conocidos Palau Moja, adquirido en su día por Antonio López, o el Palau Marc, por Tomàs Ribalta. También el edificio residencial del número 126.
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Ya, pero solo se habla de las fortunas de Catalunya. Y El Diario no iba a ser diferente, sin aportar mucho más nuevo a lo que ha sido publicado aquí bastantes veces.
Si pagan bien, es bueno para los monjes...