Quien inventó el miedo inventó el negocio. Y la guerra es uno de los mejores para los que no hacen cuentas con la conciencia. Kabul, como antes Bagdad, se está llenando de guardias privados armados hasta los ojos (exhiben gafas de sol antibalas, o eso dice el prospecto), muros del hormigón, barreras de seguridad, mojones rellenos de cemento y toda suerte e artilugios contra el coche bomba y el talibán suicida.