El Govern patrocina la okupación indiscriminada del suelo, la plantación de hermosos bloques en cualquier superficie sólida o inundable. Lejos del ejecutivo la rústica distinción entre terrenos agrarios y urbanos. Donde cabe un mallorquín, cabrán cien suecoalemanes. El PP y el partido antiespañol Vox apadrinan a sus constructores, que son todos. Autorizan cualquier destrucción, siempre que se garantice que las viviendas resultantes son inaccesibles a los indígenas. Ya solo queda por ofrecer una explicación freudiana de la urbanización integral.