Los adolescentes no mostraron ninguna vergüenza. Sonreían con suficiencia, reían nerviosamente e incluso saludaban al hombre mientras los grababa. Cuando se acercó a su mesa, era evidente que iban vestidos exactamente como agentes de ICE, con máscaras incluidas. Dos amigos que no participaban en la farsa los acompañaban. Uno de ellos admitió que los adolescentes habían estado persiguiendo a gente antes, haciéndose pasar por agentes de verdad. Incluso llevaban esposas y se ofrecieron a ponérselas a una de las chicas junto con el cámara.
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