Wallbox nació con –ameritadas– aspiraciones de unicornio: una tecnológica industrial, con capital español, cotizando en Nueva York, y vendiendo cargadores para coches eléctricos al mundo. Hoy vale menos que su deuda, ha despedido a un tercio de su plantilla y lucha por no ser expulsada del parqué. Está buscando desesperadamente oxígeno financiero y credibilidad industrial, pero todavía no ha encontrado ni lo uno ni lo otro.
|
etiquetas: wallbox , movilidad , cargadores , coche eléctrico