El profesor Daniel Markovits expone muy claramente las tres razones por la que la meritocracia es tóxica individual y colectivamente en una sociedad democrática: excluye a la mayoría de las personas a pesar de sus esfuerzos y capacidades intelectuales, atrapa en una espiral de competición, ansiedad y sobreesfuerzo a los ganadores de la carrera meritocrática y manipula y distorsiona los objetivos que una sociedad verdaderamente avanzada debería buscar.
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