La escala de la participación animal en los conflictos bélicos del siglo XX es abrumadora. Durante la Primera Guerra Mundial, se movilizaron más de ocho millones de caballos. La mayoría no sobrevivió. La Segunda Guerra Mundial, a pesar del despliegue de tecnología avanzada, no prescindió de ellos: se estima que el ejército alemán utilizó dos millones y medio de caballos hasta 1945. Su papel fue esencial para permitir el avance en aquellos terrenos donde los vehículos motorizados fracasaban, como los frentes orientales congelados o las montañas
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