Ya ejercían la prostitución en su Colombia natal, consiguiendo que volaran hasta España y una vez en la ciudad comunicarles que tenían una deuda que, en algunos casos, alcanzó los 13.000 euros. Tenían que estar todo el día disponibles, no elegían a sus clientes y tenían que plegarse a cualquier tipo de exigencia de sus captoras. Mientras tanto, una parte importante de sus ganancias tenían que ir a la organización.
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