La lección de fondo es que cuando conceptos teóricos con cierta densidad —como aceleracionismo— son usados de manera apresurada o como comodines discursivos por autoridades o medios de comunicación, corremos el riesgo de alimentar confusiones sociales, estigmatizaciones y —en última instancia— un caldo de cultivo para la polarización. En especial, cuando el término se mezcla indiscriminadamente con categorías morales (“ismo = malo”) sin explicar sus orígenes, variantes o debates internos.
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