El racismo inmobiliario existe. Y pese a que está prohibido por ley, muchos lo viven cada día. La situación se repite una y otra vez detrás de un cartel de “Se Alquila”: personas que intentan arrendar un piso que, súbitamente, deja de estar disponible cuando escuchan su acento o ven el color de su piel. Lo cuentan de primera mano los senegaleses Samba Kandji (32 años, en España desde 2016) y Cheikh Tidiane (32 años, en España desde 2020). Con papeles, con ingresos, con todo en regla, tardaron ocho meses en conseguir una casa.
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