Finalmente, lo de Honduras ha sido un golpe de Estado. Al principio tenía toda la pinta. Salieron las tropas a la calle y la gente comentó: «¡Huy, para mí que esto va a ver un golpe!». Pero pasaron los días y el presidente de la nación, Manuel Zelaya, seguía en su puesto. «A ver si es que han salido a celebrar el Día del Orgullo Militar», pensó, el muy ingenuo. Total, que como veía que las tropas no tomaban el poder, el sábado abandonó la sede de la Presidencia y se fue a su casa a dormir, tan tranquilo.
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