No hay duda de que lo de Gallardón es espíritu olímpico en estado puro. Sólo hay que ver cómo pasa olímpicamente de todo: crisis, deuda municipal, rechazo ciudadano, incertidumbres de futuro; y se lanza a buscar los Juegos por tercera vez. Olímpico es también su desprecio a los madrileños, que no estamos para más fuegos artificiales, con lo caros que salen.
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