El hielo se quebró con un gigantesco rugido que hizo temblar la tierra, pero allí no había nadie para verlo. Tiempo después, los científicos descubrieron que había una nueva isla flotando en el océano Ártico. Entonces, repasando los detectores de terremotos, descubrieron las trazas del momento en el que un pedazo de superficie helada de Canadá de 66 kilómetros cuadrados se resquebrajaba de la plataforma continental, un ejemplo más, en este caso espectacular, del cambio climático.
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