(C&P) Aunque lo más llamativo de esta matanza es que los cerdos se matan y los lomos se embuten en una iglesia del siglo XVI, que fue desamortizada y pasó a manos del bisabuelo de Antonio, el jamonero de los Suárez-Pérez-Sánchez. Aún se distinguen las pinturas del retablo de esta capilla del Cristo de la Misericordia. Los chorizos cuelgan bajo la cúpula, los jamones reposan en la sacristía y todo se confabula para llenar de encanto este lugar de un país que nunca te acaba de sorprender.
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