El eficiente trabajo en cadena del doctor Freeman, el Henry Ford de las lobotomías, y sus discípulos empezó a reducir considerablemente la lista de enfermos mentales en Estados Unidos y vaciar los psiquiátricos de enfermos, aliviando las arcas de la sanidad pública. El siguiente paso en esta locura en cadena resultó evidente: realizar lobotomías frontales a presos peligrosos y otra serie de seres inadaptados. El doctor no se detuvo. Las llegó a practicar a personas con problemas conductuales e incluso a niños hiperactivos (su paciente más jove
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