En este país, cualquier cosa que se diga saliéndose de lo políticamente correcto, enseguida enciende la mecha de la discusión, pues todo se dramatiza hasta extremos difíciles de comprender. La insistencia en la dramatización de los asuntos que más vitalmente se sienten en este país, ejemplos son la religión, el aborto o la eutanasia, hace que la gente se divida en dos grupos, a favor o en contra, algo que enseguida insta a que unos llamen a los otros fascistas o comunistas, con esa facilidad para definir al prójimo que poseemos en España.
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