Dentro del formidable torrente de dinero que maneja el Pentágono (más de mil millones de dólares al día, con o sin guerras), hay margen para financiar videojuegos bélicos. Ideado como persuasiva herramienta de reclutamiento, sobre todo cuando esa popular forma de ocio permite acceder a jóvenes en edad militar y tentarlos con la posibilidad de «jugar a la guerra», pero de verdad. Cambiando aventuras digitales por destinos en Irak o Afganistán. Un producto engañoso que no muestra que puedes en realidad volver a casa hecho pedazos.
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