Max Mosley puso ayer en entredicho el futuro de McLaren, a quien podría obligar a participar en el Mundial de 2008 con el viejo coche pilotado este año por Hamilton y Alonso. Lo más preocupante no es que el presidente de la Federación Internacional de Automovilismo haya expresado públicamente sus dudas acerca de la sinceridad de la escudería británica durante el proceso en el que fue acusada de espiar a Ferrari, sino las consecuencias que esa desconfianza pueden tener para el equipo que comanda Ron Dennis.
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