Un buen ciudadano es testigo de cómo un delincuente le roba el bolso a una mujer mayor. Como es de los que no pueden ver un abuso y mirar hacia otro lado, decide echar a correr tras el ratero. A través del móvil le va retransmitiendo a la policía la persecución. En eso, ve al ladrón esconderse en un bar. Él se queda a una prudente distancia y espera la llegada de los agentes. Llegaron pronto. Pero en lugar de echarse encima del malo, se abalanzaron sobre el bueno. Lo confundieron y de nada le sirvieron las súplicas, sus gritos de inocencia.
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