El centro de la nuestras ciudades se queda sin cines. Poco a poco el ocio queda relegado a los impersonales y caóticos centros comerciales de las afueras, en los que no sabes en qué ciudad te encuentras, pues son todos iguales. Nos obligan a ir a ver una película contaminando el ambiente con nuestros coches, en vez de dando un tranquilo paseo. No sólo eso, ya que has hecho el viaje, no te vas a ir de allí sin cenar y sin ir de tiendas. Está todo muy bien pensado. Y nuestros bolsillos cada vez más vacíos. Y las cabezas cada vez más huecas.
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