Muchos de los chilenos dormían a esa hora. En Santiago de Chile, segundos antes de comenzar el movimiento, se fue la energía eléctrica. Todo comenzó como uno de los muchos seismos que siempre vivimos, pasados los treinta segundos, aproximadamente, la intensidad del movimiento aumentó. Se nos venía a la cabeza el fin del mundo, ya que no sólo se movía el piso, el cielo estaba multicolor cambiando de diversos colores (blanco, celeste, rojo, amarillo) y las estrellas parecían caer.
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