La adolescencia de un hijo suele sentirse como una tormenta dentro del hogar: trastoca la rutina, pone a prueba las normas y genera tensiones. Lo que a menudo pasa desapercibido es que este fenómeno también afecta a padres y madres. Muchas familias notan que, al mismo ritmo que su hijo avanza hacia la independencia, los padres atraviesan su propia crisis paralela. A menudo, la pubertad y adolescencia coincide con la edad de 45 a 55 años de muchos padres: el período de la “mediana edad”, caracterizado por importantes cambios psicológicos.
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Cuando llegan a los 14, les miras y piensas "porqué no me lo habré comido"