De una antigua ciudad en el norte canadiense, hoy devenida pueblo, parte con rumbo sur uno de los ferrocarriles más extraordinarios del mundo. Si no es el único, es uno de los pocos que frena para en absolutamente cualquier punto de la línea para recibir o dejar pasajeros. Y, más extraordinario aún, si no estás donde acordaste esperarlo, aunque el convoy esté bajo el azote de una tormenta de nieve en el medio de Labrador; no se marcha hasta no saber de vos. Bienvenidos al Tshihuetin, el viento del norte.
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