"La última vez que estuve con mi padre, se despidió con un beso en la frente, como hacía siempre. Y ni siquiera me levanté, jamás pensé que sería la última vez que lo vería". Manuel Álvarez volvió entonces a su casa, tenía algo de fiebre, se había puesto "las vacunas del covid y la gripe". Rosa lo llamó al cabo de un rato para decirle que se había desbordado el Barranco del Poyo.
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