Hace cien años, Buster Keaton se instaló, imaginaria y físicamente, en el Oeste, ese lugar ilusorio de una miríada de películas que aún subsistía en los remotos Estados Unidos de interior de principios del siglo XX. Allí imaginó ‘El rey de los cowboys’, reverso cómico de los westerns, y a la vez enmienda de tantos de ellos. Sí, cabía reírse de esa vida dura, seca, mineral, y de sus gentes rudas, aparentemente insensibles. Pero no todo es tan simple en este filme, que este año cumple un siglo de su estreno.