#32 La selva es una maravilla. Y las playas son la idea que todo el mundo tiene cuando dice la palabra "paraíso". Pero es un país paupérrimo, lleno de chabolas y con todo por hacer. Me refiero a que no hay un solo semáforo en los caminos de cabra que son las carreteras, ni agua caliente, ni recogida de residuos, ni bibliotecas, ni correo (ni por supuesto paquetería. No hay buzones). No funciona prácticamente nada.
Me quedo con Europa, la verdad. Me parece que he respondido un poco a #25
#30 Me gusta esa forma de pensar. El coche es un lujo caro. Poca gente se para a echar la cuenta de lo que supone comprar y mantener un coche que va a estar parado el 95% del tiempo. Supongo que porque, cuando la echas, ves que te hace unas velocidades medias más bajas que un patinete de 200€ en trayectos urbanos, o que te sale más a cuenta viajar en taxi, como es mi caso. Espero que en unas décadas cambie un poco ese chip, tendríamos ciudades menos coche-centristas y más vivibles.
#1 El chaval era amigo de mi compañera de trabajo y su marido. No tiene ni puta gracia tu comentario. El marido estaba en la despedida de soltero y el amigo simplemente cayó y murió. Había tenido un ictus en el pasado y se sospecha que le pasó lo mismo. De hecho, el marido de mi compañera va a correr una maratón en su memoria y recaudar fondos para una charity (Stroke association).
#17 el fallo es que tienes que ponerlo al mínimo tapado, al 1, no al 3, durante 7 minutos. No se consume el agua , se termina de cocinar con el vapor. Ponlo incluso en otro fuego para que no tenga calor residual.
No hace falta llegar a una falange, basta con un poco por debajo. Ve probando, milímetro arriba o abajo, cada tipo de arroz es distinto. Otra cosa que tienes que ir probando es detectar esos cráteres a fuego fuerte, que veas que realmente se ha chupado casi todo el agua, que si lo dejaras un poco más podría empezar a quemarse el fondo.
Esto me lo enseñó una chef china. Para mí fue una revelación. Antes de este método también era un coco. Ahora es pan comido.
#2 CONEJO CON TOMATE Cómprese en el mercado, o cácese en el campo, un conejo de buen tamaño. Cerciórese el artista de que el animal está bien muerto, porque guisar un conejo vivo resulta en extremo laborioso. A continuación, despiélese, despréndasele de los ojos, practíquesele una incisión en el abdomen, de proa a popa, por la cual se le sacarán el corazón, el hígado y el resto de las asquerosas vísceras. Córtese en trozos el desagradable cadáver, haciendo de tripas corazón y arrójese todo el conjunto al cubo de la basura, que será inmediatamente desalojado de la cocina. Verdaderamente, el conejo no deja de ser un roedor, como la rata, y es lógico que su carne produzca una profunda repugnancia.
Seguidamente, córtese tres tomates en jugosas rodajas, empolvorée con sal, ajo y perejil finamente picados, y coloquen alrededor de una fuente cuyo centro esté ocupado por una robusta cola de langosta cocida cubierta de gambas blancas y percebes. Sírvase. Esta receta de conejo con tomate es muy raro que defraude a los comensales, aunque éstos sean poco partidarios de la carne de caza.
#1 ya has probado el 50% de las combinaciones, prueba en olla removiendo y en sarten sin remover y si te sigue sin salir bien haz como yo, baja tus estándares de sabor y acepta que el arroz crunchy o gelationoso también son criaturitas del señor.
#4 Con mi cáncer he descubierto una cosa curiosa sobre las diferencias de funcionamiento entre la sanidad pública y la privada.
Los hospitales clínicos universitarios tienen paneles de especialistas que se reunen una vez a la semana para evaluar los posibles tratamientos de los pacientes que les van llegando, de esta forma hay un gástrico, un oncologo, un cirujano, un endocrino, etc. reunidos y evaluando el seguimiento y el tratamiento.
En la sanidad privada los especialistas no se reunen, así que te van derivando de uno a otro para que te haga las pruebas y realicen los diagnósticos pero de forma individual.