Una furgoneta llena de veteranos de Operaciones Especiales de EE.UU. cruzó la frontera con México para una misión que, incluso para ellos, sonaba bastante descabellada: ingerir un extracto psicodélico de la corteza de un arbusto de África Occidental, caer en un vacío de oscuras alucinaciones y luego ver destrozada su conciencia al fumar el veneno de un sapo del desierto. Todo en 48 horas, para aliviar síntomas del trastorno de estrés postraumático y lesiones cerebrales traumáticas. “Suena un poco extremo, pero probé todo lo demás y no funcionó"
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