La quijotesca búsqueda del presidente estadounidense Donald Trump por recibir el Premio Nobel de la Paz ha guiado su política exterior desde que regresó al poder. Desafortunadamente, su deseo de ser el “pacificador en jefe” del mundo se basa en una falacia profunda: que la paz simplemente implica el fin de los combates. Como cualquier estudiante del general prusiano y teórico militar Carl von Clausewitz sabe, la guerra y la paz no son opuestos, sino los dos extremos de un continuo que define las relaciones entre los estados.
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