Tenerife se ha hartado de los túmulos que los bañistas levantan en dos de sus playas, Jardín y El Beril. La costumbre de hacer estas torres con piedras en equilibrio ha convertido la costa en una postal insólita, no exenta de cierta belleza, pero maldita la gracia que le hace a los ecologistas esta moda, porque sacar esas piedras de su enclave natural no trae más que perjuicio a la flora y la fauna de la isla. Este sábado, un grupo de voluntarios se ha propuesto devolverlas a su sitio y dejar la arena limpia, como estaba.  
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