La sangre de san Pantaleón volvió a licuarse ayer en la iglesia de La Encarnación de Madrid. Los fieles que se acercaron al templo del monasterio de las agustinas recoletas pudieron contemplar el prodigio directamente o en dos pantallas de televisión colocadas junto al altar. Ya puestos a hacer milagros, digo yo, las religiosas podían haber pedido al santo que intercediese para que se proyectase la imagen de su sangre líquida en el cielo de Madrid -o, por qué no, en todo el mundo- y nos convirtiésemos los infieles en masa.
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