En Buenos Aires, en 1931, la colectividad catalana donó una valiosa estatua de Josep Llimona, una moza desnuda, esculpida en Barcelona. Hasta 1971 engalanó el parque Rivadavia, formando un peculiar triángulo escultórico conformado con una virgen y una madre, pero un párroco de origen gallego, en complicidad con la dictadura militar de la época y, tal vez, por antipatía hacia los "rojos catalanes", logró que la trasladaran a un emplazamiento lejano por juzgarla "obscena". Ahí sigue, pese a reclamos de vecinos y una ley que ordena la restitución.
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