Desde el siglo XVIII, se reconoce una relación inequívoca entre las condiciones de trabajo y la salud: la baja salud mental y física está asociada con ganarse la vida con un trabajo precario (contratos temporales o a tiempo parcial, bajos salarios, largas jornadas laborales, estacionalidad en el empleo…). Es un hecho: las desigualdades sociales y laborales no sólo se ponen de manifiesto en la diferencia de salarios, sino que también se plasman en diferencias de salud.
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