Una pareja denuncia la «tortura psicológica» que sufre en su primer piso con los ruidos de la entidad vecinal del bajo. Desde que la asociación de pensionistas y jubilados Los Puertos se instaló en el local situado debajo su casa hace cuatro años a vida de Simón Álvarez y Raquel Mesa, padres de Arlé, un bebé de cinco meses, experimentó un cambio radical. «Nuestra vida se ha convertido en una pesadilla, en una tortura psicológica hasta el punto de que o insonorizan el bajo o tendremos que irnos a vivir a otro sitio».
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