Antes de la década de 1980, los médicos en realidad realizaban cirugías en recién nacidos sin administrarles anestésicos ni analgésicos. No porque pensaran que los bebés eran completamente incapaces de sentir dolor, sino porque no sabían cuánto dolor podían experimentar los recién nacidos y temían que los medicamentos fueran demasiado peligrosos como para justificar su uso.
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