Recibido por el Kan, le facilitó el mensaje papal: “Debéis venir vos mismo a la cabeza de vuestros reyes y demostrarnos vuestra fidelidad y lealtad. Y si desdeñáis la orden de Dios y desobedecéis nuestras instrucciones, os consideraremos nuestro enemigo.” “Vosotros –contestó el kan consternado-, habitantes de los países de Occidente, os consideráis los únicos cristianos y nos despreciáis. ¿Cómo sabéis quién es digno ante Dios de participar de su misericordia? ..."
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