Reconocido su talento, no es menor su habilidad para los negocios. Calatrava cobra tanto si sus torres torcidas se yerguen mirando al cielo como si no pasan de boceto. Y lo hace aunque no haya contrato de por medio, como el millón y medio que recibió por esa Ópera de Palma que se quedó en contrachapado. Cuando el contrato existe se sale de la tabla, dada su costumbre de embolsarse un porcentaje fijo del costo total de la obra.
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