A través de un dispositivo que reemplaza al ojo humano por una cámara, y los estímulos del nervio óptico por impulsos eléctricos en la lengua, Hector Olivera, un profesor de inglés de 62 años, asegura haber traspuesto en cierto modo la oscuridad con la que convive desde hace ocho años a consecuencia de una diabetes. Su experiencia tuvo lugar días atrás en el Hospital de Villa El Chocón, donde desde noviembre último funciona un centro de entrenamiento para invidentes basado en un desarrollo tecnológico de la Universidad de Wisconsin.
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