La gran pregunta es si Barcelona puede reconciliar lo festivo con lo vecinal, lo turístico con lo local. En Gràcia, los grafitis son síntomas de una fractura, pero también una invitación a pensar en modelos alternativos de convivencia urbana. Algunos vecinos proponen limitar el acceso a ciertas calles durante las fiestas, otros apuestan por recuperar espacios de participación ciudadana que devuelvan la voz al barrio.
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Hay que recuperar las heladerías para el pueblo. Fruterías regentadas por pakistaníes no. Peluquerías regentadas por marroquíes no. Solo heladerías