En España, tenemos el extraño caso de que las religiones institucionalizadas pretenden, y los sucesivos gobiernos de derechas o izquierdas les conceden, que sus posiciones dogmáticas apoyadas en la irracionalidad, a menudo pseudo o anticientíficas, y en ocasiones con poco respeto a los derechos humanos, merezcan un especial «respeto» frente a las proposiciones avaladas por la ciencia y a la defensa de los derechos humanos (llamémoslas globalmente valores o proposiciones democráticas).
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