Las comunidades centroeuropeas dedicadas a la ganadería lechera fueron las responsables de la evolución de la capacidad de digestión de la lactosa hace 7.500 años, que permitió a los seres humanos beber leche fresca, según mostraba una reciente investigación genética realizada por científicos alemanes y británicos. Antes se creía que solo los europeos nórdicos podían beber leche sin sufrir efectos adversos porque necesitaban vitamina D en su dieta por la falta de exposición a la luz solar.
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