Tumbado el chaval sobre la camilla, la boca abierta, el dentista se vuelve al padre y le pregunta por qué no lo ha llevado antes. El niño tiene los dientes hechos polvo. El padre, sorprendido, le explica al dentista que otro odontólogo le había dicho que el niño era demasiado pequeño y que no valía la pena arreglarle la boca. El dentista se vuelve al crío y le sanea las caries… Al padre no le dice la verdad. No le dice nada. Pero al periodista sí se lo cuenta: “Nos pagan una mierda por esto, pero hay que tener un poco de ética”. Su compañero se
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