En la Europa urbana del siglo XV, la prostitución no fue un vicio clandestino, sino una institución reconocida y gestionada por los propios concejos municipales. Lejos de limitarse a tolerarla, las ciudades la regularon, la fiscalizaron y la convirtieron en un instrumento de orden social. Esta política encontraba su legitimación en una doctrina teológica muy influyente: la del “mal menor”.
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Miraba encenderse la noche de mayo
Pasaban los hombres y yo sonreía
Hasta que en mi puerta paraste el caballo
Serrana, me das candela y yo te dije caché
Ven y tómala en mis labios
Y yo fuego te daré...
Esta era una copia que se llamaba Ojos verdes.
También me llamó mucho la atención en La colmena de Cela, las medio tertulias que mantenían los clientes en los burdeles mientras se desocupaban las chicas.