Recuerdo bien el día en que llegué a República Democrática del Congo, cruzando desde Ruanda. No podía creerme que el taxista me dejara en la frontera con un “creo que veo el coche de MSF al otro lado”. Y hacia allí que me encaminé, cruzando a pie por el fango, de un país a otro, con mi enorme maleta a cuestas. Una situación surrealista. A menudo me acuerdo de aquel día, en el que un paso tras otro me iban conduciendo a Congo.
|
etiquetas: congo , ayuda humanitaria