Edgard era un afro descendiente físicamente bien dotado; 1.80 de altura aproximadamente, y cierta corpulencia. “El Negro”, como casi todos solíamos llamarlo, era irascible, sanguinario, y con muy pocos códigos de conducta; yo intuía, y también las malas lenguas murmuraban que ya tenía algunos asesinatos en su haber. En pocas palabras, era un sociópata; pero, por razones que quizás se hallen en nuestra infancia en común como afrodescendientes encasilladoos en un barrio marginal y violento , el “Negro Edgard” era empático conmigo. Yo era una de l
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