En el verano de 1967, algunos clientes del Barclays Bank en el norte de Londres comenzaron a comportarse de forma extraña. Tras adquirir un cheque impregnado de carbono 14 en la ventanilla de su sucursal bancaria, los usuarios lo introducían con cuidado en un terminal instalado junto a la oficina. A continuación, tecleaban cuatro dígitos secretos y, en pocos segundos, la máquina les entregaba una recompensa: diez libras esterlinas.
|
etiquetas: curiosidades , historia , cajeros automáticos