Según Gerald Watt lo que se necesitaba era un proceso catalítico que pudiera extraer los electrones de la glucosa y transferirlos al electrodo. La sorprendente solución, y paradójica desde el punto de vista ecológico, vino de la mano de un herbicida común. El punto importante es que este herbicida es barato y abundante. El siguiente paso de estos investigadores fue mejorar la eficiencia del sistema hasta alcanzar un rendimiento del 29% y una transferencia de 7 electrones de los 24 disponibles en la molécula de glucosa.
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