Los salones de apuestas se han convertido en los nuevos 'after'. Brotan como champiñones y encima son legales. En cuanto despunta el sol los fines de semana, grupos de chavales de 18 y 20 años empalman la discoteca con el salón para que no termine la fiesta. Unos siguen bebiendo a cuatro euros la copa o a un euro la lata de cerveza.  El plan es inmejorable: hay alcohol barato, pantallas gigantes con fútbol, tenis y baloncesto y la emoción de ganar unos cientos de euros al instante en la ruleta.  
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